Apoyar la re-evaluación de los sistemas de salud indígenas en la Amazonia

Presentación de Didier Lacaze para la Conferencia «Plantas Sagradas de las Américas»

¿Porqué hablar de revalorización o revitalización de las Medicinas Tradicionales (MT)? Porque los cambios y las transformaciones históricas y actuales que han sufrido los pueblos Indígenas están entre las principales causas de la pérdida cultural y el deterioro de los sistemas globales de vida en la Amazonia; y creo que hay cosas del pasado que realmente valen la pena recuperar.

También se ha asumido que la revalorización de la Medicina Tradicional podría contribuir a mejorar las condiciones generales de vida de los pueblos Indígenas (sin excluir la medicina moderna y otros aspectos de la vida moderna).

Así, mi primera pregunta: ¿Han logrado estos proyectos, de medicina tradicional, así como los procesos políticos relacionados -en particular los derechos de los Pueblos Indígenas a la libre determinación y la autonomía [a decidir por sí mismos y al autogobierno] los resultados que esperábamos? [tanto los pueblos indígenas como nosotros, la «gente de afuera]

Mi primera huerta medicinal, en la Reserva de Tambopata (Perú,1983)

Personalmente, dudo que lo hayan hecho, y lo que me interesa es comprender mejor por qué es así, y cómo de esta comprensión quizá puedan surgir nuevas posibilidades.

Es difícil resumir 35 años de trabajo en 25 minutos. Así que decidí contarles una historia, la de Carlos, un joven de un pueblo indígena de la Amazonia. Espero que su historia permita comprender mejor el tema de esta presentación y nos dé algunas lecciones importantes.    

Quiero aclarar que la historia que voy a contar, en primera persona, reúne cosas que he visto, presenciado y oído, y que he reunido aquí en un solo relato.

La historia de Carlos

«Hace muchos años llegó a nuestro pueblo un gringo. Habló en buenos términos de nuestra cultura, en particular de nuestra medicina tradicional. Quería ayudar con un proyecto porque decía que los indígenas estamos olvidando nuestros conocimientos y prácticas tradicionales. Como nuestra organización representativa había dado su autorización para el proyecto, y como a mi pueblo le gustaba lo que decía el gringo, también aceptaron el proyecto.

Me designaron para ser el promotor de salud del pueblo. Recibimos formación durante varios talleres. Fue bueno intercambiar nuestros conocimientos sobre plantas medicinales con otras personas de diferentes grupos indígenas. Aprendimos diferentes formas de preparar remedios herbales para tratar las enfermedades más comunes que padecía nuestro pueblo. Creamos jardines de plantas medicinales en nuestros pueblos. Me gustó especialmente cuando hablamos de los conocimientos tradicionales de nuestros ancianos y de la forma como ellos entendían las causas de muchas enfermedades y las trataban. A través del proyecto también construimos un centro etno-biológico con miembros de otras aldeas, donde incluso algunos chamanes fueron formados por chamanes indígenas de otra región. Durante varios años hubo muchas más cosas en el centro para apoyar la revalorización de nuestra medicina tradicional y estábamos orgullosos de todo ello.

Curso de capacitación en medicina tradicional – Santa Rosa de Huacaria (Perú 1985)

Eso fue hace muchos años, y lamentablemente después de 10 años el proyecto llegó a su fin. Los promotores de la salud volvieron a sus ocupaciones, los jardines de plantas medicinales desaparecieron, pero algunos de nosotros seguimos practicando con nuestras familias y amigos. En cuanto al centro etnobiológico se convirtió en un albergue selvático donde los chamanes formados por el proyecto acabaron ofreciendo ceremonias de ayahuasca a los turistas.

Como me interesaba saber cómo iban otros proyectos similares, viajé a otras regiones y me puse en contacto con otras organizaciones indígenas. Un día asistí a una reunión en la que los financiadores europeos habían venido a evaluar el proyecto de salud que llevaba un año en marcha. Tras varias horas de discusión, Pablo, el secretario de salud de la organización indígena, levantó el brazo para hacer una pregunta:

«Quiero preguntar si alguien puede decir qué significa SALUD. Porque, verán, cuando tomamos una copa con los amigos, decimos ¡SALUD!».

«Ah… y otra cosa», añadió Pablo: «¿Puede alguien explicarme qué significa exactamente la palabra PROYECTO?».

Los evaluadores europeos se miraron entre ellos, un tanto desconcertados…

Dado que las tradiciones chamánicas se consideraban en declive, este proyecto se había propuesto seleccionar a 20 jóvenes para que se formaran con los ancianos como aprendices chamanes. Después de un año, de los 20 candidatos seleccionados sólo dos seguían aprendiendo activamente.

«¿Qué ha pasado?», preguntó un miembro los financiadores europeos». Como nadie respondió a la pregunta, un anciano sentado cerca pidió permiso para hablar y dijo»

«El problema es que los responsables de la organización seleccionaron a los aprendices sin preguntarnos a nosotros, los mayores qué pensábamos del proyecto o si los jóvenes seleccionados iban a aprender. Si nos hubieran preguntado, les habríamos dicho que la mayoría no lo iban a hacer, porque según nuestros conocimientos, sabemos quiénes son los que pueden aprender y quiénes no«.

Cuando terminó la reunión, le pregunté a Johnny, uno de los dos «supervivientes» del proyecto, porqué había decidido emprender esta formación chamánica. Me contestó: «Bueno, me apunté porque vi que mi tío, que es chamán, ganaba mucho dinero trabajando con los turistas«…

En otra ocasión, cuando viajé más al norte para reunirme con los dirigentes de otra organización, escuché una conversación entre Ricardo y Armando, que acababan de ser elegidos como nuevos miembros de la junta directiva de su organización. Estaban discutiendo sobre su papel en la organización. Ricardo le preguntó a su amigo Armando:

– ¿Qué crees que debemos hacer, Armando? –

Bueno, tenemos que hacer un proyecto, dijó. –

Pero, ¿qué tipo de proyecto vamos a hacer? Armando.  –

No importa, Armando, hagamos un proyecto, cualquier proyecto«. 

Así es como empecé a percibir que a algunos de los míos les resultaba difícil entender de qué trataban realmente estos proyectos de salud o de otro tipo que nos traían de afuera.

De alguna manera, mi gente no siempre sabía o entendía por qué estos blancos, forasteros, querían que hiciéramos esas cosas. Pero pensaban que era algo bueno porque aportaría «algo» para el pueblo, para la organización o para ellos mismos.

Así es como creo que los proyectos se han ido convirtiendo poco a poco en una especie de economía local, tanto para que la organización se mantenga, como para el beneficio de algunos individuos.   

Seguí viajando y reuniéndome con otras personas y organizaciones para saber más sobre este tema. Conocí a Mary, que era una de las pocas mujeres promotoras de la salud existentes. Le pregunté cómo iba su proyecto. Ella me dijo:

Sabes, Carlos, que uno de nuestros compromisos es compartir los conocimientos que hemos adquirido durante los talleres con nuestra comunidad.

Esto es difícil, sabes, porque cuando el supervisor del proyecto viene y pregunta a la gente si el promotor ha venido a hablar con ellos, la gente tiende a decir: «no, el promotor se lo guarda todo para él y su familia».

Pero sabes, dijo María, cuando intentamos hablar con la gente, no quieren escucharnos; y algunos incluso chismean diciendo que estamos aprendiendo a hacer brujería

Esta es una de las razones, Carlos, por las que los promotores de salud no suelen durar mucho tiempo. Se les sustituye constantemente. La gente del proyecto nos pregunta por qué, y nosotros les decimos que es porque nuestra gente quiere dar una oportunidad a todos para aprender.

Durante varios años, Carlos visitó muchos de estos proyectos de salud indígena y se preguntó por qué las condiciones de vida de su pueblo no parecían haber mejorado. Cuando le pregunté por qué creía que esto era así.

Lo que parece suceder, dijo Carlos, es que ustedes, los gringos, la gente de afuera, pueden ser bien intencionados, vienen a nosotros con alguna idea interesante, y se las presentan a nuestra gente pensando que es una «cosa buena» para ellos. Aunque la gente no suele entenderlo todo, por alguna razón propia, lo aprueba. Por eso no se identifican ni se apropian de un proyecto como si fuera algo suyo; y eso, en última instancia, es buena parte de la razón por la que una vez que se acaba el apoyo financiero y técnico exterior el proyecto se acaba con él y todo vuelve a ser lo que era antes.

Han pasado muchos años desde que todo esto empezó, y a pesar de todo el dinero invertido en proyectos, de todo lo bueno que muchas personas han intentado hacer, de todos los derechos que se nos han otorgado, me siento un poco triste al ver lo poco de todo esto que mi gente disfruta hoy en las comunidades; creo que nuestra peor enfermedad es la pérdida de nuestra dignidad y la creciente pobreza en la que seguimos viviendo. (Fin)

Hay muchas más historias que podría contarles sobre lo que sucedió durante los 35 años que trabajé junto a los indígenas en este objetivo de la revalorización de la medicinas tradicionales. En la historia de Carlos traté de destacar algunos puntos, que creo que pueden ayudarnos a aprender algunas de las lecciones que pueden enseñar.

3 preguntas más y reflexiones finales

  1. – ¿Cómo pueden «mejorar» realmente las condiciones generales de vida de los pueblos indígenas?
  • – ¿Puede hacerse sólo apoyando las tradiciones espirituales y los sistemas de salud y medicina indígenas?
  • – ¿Cómo podemos garantizar, en la medida de lo posible, que lo que devolvemos es lo que la gente realmente quiere o necesita?

Creo que valdría la pena preguntarse cómo y de dónde provienen realmente esas ideas y propuestas para revalorizar los sistemas de salud indígenas? ¿Vienen de los propios indígenas, de otras personas bien intencionadas, o de una combinación de ambas?

Las plantas sagradas son parte de algo mucho más grande. Fueron y pueden seguir siendo para algunas personas una forma de vida. Una forma de vida que conectaba con todas las demás partes de la manifestación, de la vida. Pero, nuestras culturas modernas han extraído, destilado estas partes para obtener lo que creían que era útil para ellos, y han dejado o ignorado que estas partes forman un todo, y que finalmente hay que reagrupar todas estas partes dentro de sistema global de vida.

Por lo tanto, creo que si realmente queremos ayudar a los indígenas, para mejorar realmente sus condiciones de vida actuales, tenemos que replantearnos cómo reintegrar estas partes en este sistema global de vida, la vida de todos los seres vivientes con los que interactuamos y somos interdependientes.

Lo que esto significa desde un punto de vista práctico, es abordar no sólo la salud o la asistencia sanitaria, no sólo las tradiciones espirituales, no sólo las plantas sagradas, no sólo los derechos indígenas… sino la Vida en general, la Vida como un todo. Esto significa la protección y la defensa de la tierra, la cultura, la educación, la salud, los servicios sociales, la economía, la gobernanza, la conservación de los recursos, etc.

Esto es lo que creo se debe hacer; lo que intentamos hacer junto con un grupo de Kichwa de la región de Kuraray, en la Amazonia ecuatoriana, a través de una iniciativa llamada «SACHA TAKI: Voces y Cantos del Bosque – Patrimonio Biocultural del «Pueblo de Kawsak Sacha».

Finalmente, se trata de asegurar que esta extraordinaria sinfonía de vida que emana de la selva siga existiendo, y que suene tanto desde la naturaleza como desde la cultura, porque cultura y naturaleza existen en unicidad. No hay que separarlas, hay que volver a unirlas.

Muchas gracias,

«Es difícil ser joven, y no creer que ya lo sabemos todo… En la senda del conocimiento hay que tener mucha paciencia, para poder oír y escuchar lo que cuenta y canta la naturaleza; y eso nunca termina»…